Asesoría Gázquez y Cárceles

Tras muchas dudas, dos socias deciden dar el paso, comprar un local propio para mudar su asesoría de empresas después de una solidez de más de 10 años en activo.

El debate de las reuniones era la cantidad de horas que pasaban en la oficina y cómo podíamos mejorar la calidad de esas horas. La solución fue añadir ese jardín que durante la pandemia tanto habíamos añorado. Una conexión con la naturaleza para relajar la mente y anclarse en lo real, porque cuando alguien cuida de sus plantas, por pequeño que sea el espacio destinado a ello, abandona las fantasmagorías de “lo posible” y se ancla en la realidad, en lo mundano.

La sobriedad del espacio fue la forma de consensuar las diferentes opiniones. Soluciones prácticas y comedidas. Dos niveles de iluminación, la general y la puntual sobre cada una de los puestos de trabajo. Reubicamos el mobiliario que tenían y compramos alguno más.

Ellas habían montado su primera oficina en un local que previamente fue una academia de baile y por economía de medios habían convivido con los espejos. En esta nueva etapa no querían abandonarlo, “es nuestro sello”, me comentaban. Usamos el espejo dentro y fuera. Reflejos y transparencias eran parte de los elementos de distribución. Multiplicamos la luz en el interior del espacio con un chapado de espejo, y realizamos particiones con vidrio incoloro para relacionar visualmente los puestos de trabajo, minimizando jerarquías, pero ofreciendo espacio de privacidad para recibir a los clientes. En el exterior un vidrio negro servía de espejo para dar privacidad durante el día, pero funcionaba como pantalla de noche cuando trabajaban desde dentro.